domingo, 8 de abril de 2012

Los Miedos De Nuestro Niño Interior

© Extractos del libro, "El amor de tu vida", de Enriqueta Olivari


"Sin importar qué edad tengamos, todos llevamos en nuestro interior a un niño herido.
Ha sido herido por no haber sido amado, o por no haber recibido amor y cuidado del modo que él necesitaba.
Uno de los pasos fundamentales para crecer y poder amarnos a nosotros mismos es conocer a nuestro niño interior, y darle ese amor que tanto necesita.
De lo contrario, nos comportamos identificados inconscientemente con él, y esto afecta a nuestras relaciones de pareja, con los colegas de trabajo y amigos.
Saber diferenciar a ese niño interno de nuestra faceta adulta es imprescindible, sino esperamos que nuestra pareja o alguien más le cuide, y proyectamos en el otro a nuestro padre o madre.
Y esto está destinado al fracaso, puesto que nadie puede darle a ese niño lo que necesita. Es nuestra responsabilidad hacerlo.
La mayoría de las veces que sentimos miedo, en realidad quien lo siente es nuestro niño interior.
Conocer el origen de esos miedos es el primer gran paso para poder superarlos.
El niño interior tiene básicamente cuatro miedos.
Uno de ellos es el miedo a enfrentar. Teme que, al hacerlo, sea rechazado. Este miedo lleva a caer en patrones de víctima, o a ser cobarde, tímido, y a sentirse inferior a los demás.
Así que si percibes que no te animas a decir lo que quieres, lo que necesitas o lo que te disgusta, en realidad es tu niño interior quien te está limitando. Y si no enfrentas las situaciones desde tu adulto, y callas lo que de verdad necesitas decir, estás creando serias dificultades en tus relaciones personales, y te sentirás impotente e insatisfecho.
Otro miedo que el niño interior siente es el miedo al abandono. Esto lleva a sentir celos, a ser posesivo, y a tener la necesidad de manipular.
La única manera de superar este temor es garantizarle que tú siempre estarás con él, que le cuidarás y atenderás incondicionalmente, siempre.
El miedo a la pérdida que siente este niño nos lleva a sentir una profunda inseguridad. Para ocultar este miedo, nuestro ego se disfraza de lo opuesto, y entonces adoptamos una actitud agresiva, y podemos llegar a ser incluso fanáticos.
Y el miedo a la muerte que siente nuestro niño interior se transforma en desconfianza, egoísmo, apegos, fobias e histerias.
Al hacernos conscientes de cuál es el origen de nuestros miedos, podemos sanarlos desde la raíz, y para esto es imprescindible establecer una conexión amorosa y profunda con nuestro niño interior.
De este modo sanamos las heridas del pasado, y podemos crear para nosotros mismos realidades libres de inseguridades y bloqueos."

***Se pueden reproducir los contenidos, pero citando a la autora y el sitio: www.sanatualma.com

Significado Metafìsico de la Semana Santa


El Maestro Jesús se encontró con una situación delicada. Los hebreos creían en un solo Dios, es verdad, pero a ese Dios lo consideraban estar localizado aparte, separado, allá en una región indescifrable e indescriptible, y aunque por tantos siglos lo nombraron (y lo nombran) por el nombre hebreo que les enseñó Moisés, o sea “Jehová” y “Yahvé”, parece que el significado tan obvio no les penetró en la mente.
Jehovah y Yahvé dicen, textualmente, “YO SOY”. Ése es el significado de acuerdo con el “Léxico Hebreo de Lee”: Jehovah es el principio masculino o padre, y Yahvé es el principio femenino, o madre. Este último es el que las iglesias sectarias han dado por llamar el “Espíritu Santo”, o sea la parte femenina, afectiva, sentimental de Dios.
Claramente, Moisés enseñó que eso que llamamos “Dios” está dentro de cada ser.
Claramente, como luego verán en el capítulo Génesis, él enseñó que el pensamiento es el padre, y el sentimiento es la madre.
Claramente, la Llama Triple (ver portada) nos dice que la Llama Azul representa al padre, la Llama Rosa representa la madre y la Llama Amarilla representa el hijo, o producto de estos dos. Dios, o la Trinidad, pues, se puede contactar con el pensamiento y el sentimiento, y a eso fue a lo que tanto se refirió el ascendido Maestro Jesús, cuando por tres años estuvo enseñando que el Reino de los Cielos y el Reino de Dios “están dentro de ti”. Sin embargo, la gente ha continuado sin tomarlo en serio.
También explicó hasta la saciedad que la muerte no existe, que es sólo una idea que se puede superar, y llegó hasta el colmo de probarlo en carne y vida propia, poniendo el ejemplo frente a los ojos, dejando que lo “mataran” con una espada en el corazón, y con todo eso comprobó que ¡Él no murió! Cuando sus seguidores fueron a buscar su cuerpo, en un sepulcro prestado, encontraron la tumba abierta, y un individuo sentado esperándolos para decirles: “No está aquí. ¿Por qué lo buscan entre los muertos? Vayan a buscarlo entre los vivos”.
A pesar de que los textos bíblicos no dicen que Jesús murió en la cruz, pues lo que dicen es que “entregó el espíritu”, lo cual significa en el lenguaje de la época espírita, que proyectó su cuerpo etérico o que se desdobló y esto está comprobado en los textos traducidos al inglés, del arameo, con la forma de “entregó el fantasma” (gave up the ghost), porque no tenía por qué continuar soportando irrespetos; el mundo corriente no ha podido leer entre líneas y ha continuado creyendo que el Maestro murió, fue sepultado y que resucitó al tercer día.
Lo que realmente hizo el ascendido Maestro Jesús fue permanecer ausente del cuerpo físico y luego recuperarlo cuando hubo terminado la misión que fue a cumplir en los planos subastrales.
A pesar de que los textos dicen que fue visto el Maestro caminando vivo por los caminos, que mostró las heridas de ese cuerpo y hasta permitió que se las tocaran; todo fue para comprobar que aquel era el mismísimo cuerpo físico que había sido ostensiblemente “matado”, las multitudes continúan llorando su “muerte” y exhibiendo su imagen colgado en la cruz, olvidando totalmente la versión, que después circuló, de que “había resucitado”, en un esfuerzo por aclarar el misterio.
El Maestro sí resucitó a Lázaro quien sí había dejado el planeta. Sí invocó la vida que existe en todo, aun en lo aparentemente inánime. Pero un mínimo de consideración sobre los hechos comprueba que a las células iluminadas, vibrando a tan altísima frecuencia, no es posible que las desintegre la oscuridad, ¡por Dios! Al Maestro no lo podía tocar ni remotamente una vibración de malestar siquiera. Él lo dijo cuando declaró: “El Dios de este mundo (el mal) viene a mí y no encuentra nada en mí a que asirse” (nada puede entrar en nuestra experiencia a menos que encuentre algo afín en nosotros), prueba de que una vibración menor no puede afectar a una vibración mayor. Esto último se puede comprobar en nuestros días.
Toda su actuación –que en las eras subsecuentes ha sido conmemorada en la Semana Mayor, con el nombre de la “ Pasión”– fue efectuada con miras a la era presente, o sea, para que fuera comprendida en nuestros días, ya que en aquélla no se podía entender científicamente; y me atrevo a adelantar que aún faltan años para que sea aceptada mundialmente la verdad.
Esto es, grosso modo, la explicación metafísica de la “muerte” del ascendido Maestro Jesús, el Cristo en la pasada “era de Piscis”.
Como ya sabes, las eras son una negativa y otra positiva. En la negativa se crece todo lo material, visible, y se “oculta” lo espiritual. En la era positiva decrece la importancia de lo material; se revela lo espiritual, o sea que se habla abiertamente, públicamente, todo aquello que se escondía como cosa vergonzosa porque surge primeramente la sospecha de que en aquello que es invisible, pero no insensible, está la verdad y se impone el deseo de saberlo, y luego la avidez por todo lo espiritual.
A todos aquellos que se les llamaba “locos”, porque hablaban de cosas invisibles e inaudibles para la mayoría, se les busca para escucharlos con más detenimiento, y avanzando la era positiva los “locos” resultan ser aquellos que se ciegan y se ensordecen a la comprobación científica y matemática de la existencia real del espíritu y lo espiritual (Einstein decía que, mientras más profundizaba en el comportamiento de la luz, más a menudo se encontraba con la comprobación del espíritu).
Por esta circunstancia, el Maestro Jesús, que vino en una era negativa, oscura, materialista, tuvo que recurrir a medidas tan drásticas como la “Pasión” y la “Crucifixión” públicas, para dejar en la mente del planeta la comprobación de que la muerte es sólo una idea que se puede superar como la superó él.
Los Maestros, cuando se les hacían preguntas respecto a los “sufrimientos y muerte” de Jesús, siempre han contestado “Él vino a cumplir una misión y escogió Él mismo esa forma de llevarla a cabo”. Pero eso han dicho hasta el momento del cambio de la era de negativo a positivo, de material a espiritual, de Piscis a Acuario, cuando no se podía comprender la relación del pensamiento individual y colectivo a los males del planeta. Pero con el cambio de la era, que de acuerdo con las profecías “Nada quedará oculto sobre la faz de la Tierra”, y el anuncio del Maestro de que el nuevo mundo vendría cuando “caiga el manto de la vergüenza”, significa que ya se puede ir hablando de todo, porque es la era positiva, la era de la verdad, además de que los humanos ya estamos mentalmente adultos para comprender todas esas cosas.
Sería demasiado largo –y prematuro– describir aquí y ahora lo que se sabe en Metafísica de la verdadera misión del Maestro Jesús, pero adelantaremos algo para dar una ligera idea de las profundidades, o sea la incógnita que hay aún en ello para las conciencias terrenas.
Por ejemplo, el nombre “Gólgota”, monte donde ocurrió la crucifixión, significa “lugar del cráneo”. Ya sabes que en la mente (físicamente, cráneo) es donde polarizamos lo negativo en positivo. En lenguaje metafísico también lo llamamos “cruzarlo” o “crucificarlo”. Es sencillamente formar el signo más (+) del signo menos (–). Cada vez que a alguno de nosotros nos llega el momento en que nos cansamos de estar manifestando un defecto, o que nos exaspera un hábito o una idea –digamos que a una muchacha ya le molesta mucho el hábito de comerse las uñas y resuelve terminar con esa costumbre–, nosotros decimos que “crucificó el negativo”.
Otro ejemplo es el “Cáliz” tradicional. La generalidad lo asocia con “el cáliz de la amargura”, y la otra expresión “apurarlo hasta las heces”, sin jamás recordar la parte positiva que contiene. Pues en metafísica el cáliz es símbolo de “la conciencia de vida eterna”.
Cuando alguien ya ha logrado apersonarse de lo que es una vida eterna liberado del error, los sufrimientos, cuando ya ha crucificado o “positivado” todos sus falsos conceptos, se ha hecho digno de “beber el cáliz”, o de “apurar el cáliz”. Generalmente ese cáliz lo representan muy bello, en oro con piedras preciosas. Es un delicioso brebaje y no tiene nada que ver con amargura.
Cuando Jesús restauró la oreja del hombre que había sido cortada por Pedro en el momento en que venían a buscarlo para llevarlo preso, el Maestro protestó y dijo: “¡Envaina tu espada! El cáliz que me ha dado mi padre a beber ¿no he de beberlo acaso?”. ¿Te atreves tú a creer que “el padre” puede haberle dado un trago amargo a su hijo? (ver Metafísica al alcance de todos, capítulo 1, página 13).
¡El Maestro defendió ante Pedro su derecho a beber el cáliz que le dio su Padre! Defendió su derecho a la Vida Eterna. Él estaba ya muy próximo a terminar la misión triunfal que lo había traído a la Tierra, y protestó de que Pedro impidiera o retardara el final.
Nadie puede redimir a otro, tal como no se puede dormir, ni comer, ni digerir por otro. Sólo se puede allanar el camino, facilitar la tarea o abrir una puerta de entrada, pero cada cual tiene que hacer por sí solo la trayectoria, sea a pie, en automóvil, en barco o en avión. El traslado hay que efectuarlo uno mismo.
El ascendido Maestro Jesús, manifestando ya externamente su Cristo interior, vino a allanarnos el camino, facilitarnos la tarea y abrirnos la puerta a esta era en que hemos entrado.
Andando la era, se verá comprobado lo que acabamos de decir. La Tierra está a punto de efectuar un cambio en su elíptica (el término “a punto” puede que diste de 30 a 1.000 años). En su momento, ella entrará en la órbita de Venus. Tiene que ponerse ligera, apurando su velocidad y enderezándose.
Recuerda que la Ley de Correspondencia dice: “Como es arriba es abajo” y viceversa. Igual cambio estamos efectuando en los cuerpos sutiles. Tenemos que quitarnos el lastre, ponernos ligeros, aumentar nuestras vibraciones y volvernos más “rectos” (ver “Leyes Universales” en mi libro El maravilloso número 7, o también en mi libro Metafísica 4 en 1, volumen 1, tercera parte).
Sin la obra del Maestro Jesús, jamás hubiéramos podido lograrlo.
La efluvia* que rodea al planeta se iba a hacer demasiado espesa. El abrió una brecha de la Tierra a las tinieblas y de allí al plano Crístico para que “el que quiera beber el agua de la vida” que lo haga. O sea, el que quiera y pueda elevarse, superarse y espiritualizarse, tiene el camino abierto (ver “La Llama Azul” en mis libros El maravilloso número 7 y Metafísica 4 en 1, volumen 1, tercera parte).

* Efluvia: es la masa de energía negativa que se ha acumulado alrededor del planeta, formada por los odios, maldades y pesimismo de la humanidad entera.


 Por Conny Méndez, de su libro «El Nuevo Pensamiento»